Filosóficamente, se planteó en el Renacimiento la cuestión de compaginar la Antigüedad clásica, en su paganismo, con el mundo cristiano. En el arte, se optó por tratar ambos mundos por igual. Así, en arquitectura, surgieron iglesias cristianas que presentaban elementos propios de los templos paganos, como cúpulas y frontones. En la escultura y en la pintura, al mismo tiempo que se buscaba la simetría, el equilibrio compositivo y las proporciones del cuerpo humano, se realizaron obras tanto de tema religioso como mitológico, dependiendo del cliente que hiciera los encargos. La Iglesia solicitará siempre obras de temática cristiana, además de retratos papales o cardenalicios, y la aristocracia, junto a la nueva burguesía comercial y financiera, presente, sobre todo, en el centro y norte de Europa, encargará, además de temas profanos, obras mitológicas. El Renacimiento, en general, se caracterizó por una vuelta a las formas clásicas de la Antigüedad grecolatina y el abandono total del espíritu de la Edad Media y de sus cánones morales y artísticos, afirma Carlos Javier Taranilla.
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