Francia abrió las puertas a la inmigración de sus excolonias, pero no se ocupó en garantizar la integración de esos millones de personas que llegaban a la metrópoli para paliar el déficit de mano de obra existente, desde fines de los años 50. Por entonces, la industria necesitaba imperiosamente mano de obra y cuanto más barata, mejor. Africanos, magrebíes, asiáticos, haitianos y ciudadanos de los territorios de ultramar franceses se fueron agolpando para poblar el extrarradio de las grandes ciudades francesas. Siempre al otro lado de los respectivos cordones periféricos. Como para no tener que mezclarse con los autóctonos. Allí fueron pariendo hijos y acunando nietos (todos ellos nacidos en suelo francés con igualdad de derechos), profesando sus credos y expandiendo su cultura. En los papeles, todo se enmarcaba en la corrección política. Pero en la óptica social de los francos, todo eso se iba distorsionando lo suficiente.Esa corriente, que se desarrolló con esfuerzo, ingresó en declive a fines de los años 70, cuando la oferta de empleo comenzó a menguar y se iban incrementando los niveles de pobreza en ese sector. El sociólogo Cyprien Avenel asegura que desde la década del 80 los barrios se han convertido en el símbolo mismo de la marginación social y cultural.“Ellos concentran la mayoría de los problemas sociales: desempleo, delincuencia, disturbios, economía sumergida, fracaso escolar, inmigración, exclusión, gueto”.Otra opinión, pero desde la visión de los propios «jeunes des cités», la aporta el sociólogo y experto en barrios difíciles Fabien Troung: “En cualquier entrevista de campo, los jóvenes nos dicen que a ellos la policía los examina por lo que son y no por lo que están haciendo. Experiencias, estas que suelen dejar marcas muy profundas”. ¿Y qué son? Franceses. Aunque la mirada oficial, en los hechos, parece no querer admitirlo. Y allí radica la raíz del conflicto.
El escenario presente parece el apropiado, como pocas veces antes, para que Marine Le Pen, cumpla su sueño y el de su padre. ¿La izquierda? Bien, gracias, sumida en una crisis de identidad y una confusión de época.
La economía no soporta semejante carga social. La demostración más palpable de ello fue la conflictiva reforma jubilatoria.Y si algún condimento le faltaba a esta crisis, casi a la medida de Le Pen y sus aspiraciones, es la bronca que crece en esos barrios contra todo lo que huela a política o a autoridad.
Una problemática compleja, sin duda, de difícil solución en el mediano plazo y a la que el resto de Europa observa expectante. Esas protestas tuvieron sus respectivas réplicas en Lausanne (Suiza) y en Bruselas (Bélgica), mientras que el resto de los países vecinos no ocultan su inquietud ante la posibilidad de que se siga propagando fronteras afuera.
Referencia:La revuelta de les enfants de la patrie, escrito por José Valdes
No hay comentarios:
Publicar un comentario