Traducir no se resume en trasladar las palabras de un idioma a otro. Traducir es descifrar un mensaje criptográfico, un code, porque en cada idioma no es solamente el escritor el que escribe, sino también el idioma mismo, que introduce sus opiniones y sus muecas en el texto del escritor. En la base de todas las lenguas hay un code de ese tipo, casi imposible de traducir. El extranjero convive con el idioma extraño y a veces piensa que ya conoce sus secretos y que puede decir algo con toda tranquilidad, por ejemplo: “Esta mañana me he desplazado al centro de la ciudad”. Sin embargo, su vecino autóctono a lo mejor lo interpreta así: “Al alba fui a la fortaleza”. Así que asiente con la cabeza, muy cortés, sonriendo con desconcierto. La traducción siempre implica una distorsión.
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