Sir Antony Fisher, quien había sido piloto de combate de la Royal Air Force durante la guerra, decidió contactar con el profesor Hayek (Premio Nobel de Economía en 1974) en Londres. Fisher le comentó que había quedado muy preocupado por lo que decía su libro, contándole, además, que estaba pensando en dedicarse a la política para hacer algo al respecto y evitar el avance del socialismo en su país. Al contrario de lo que esperaba, Hayek le dijo que no perdiera su tiempo, porque los políticos no eran líderes, sino seguidores de las ideas que estaban de moda. Si quería cambiar las cosas, le sugirió Hayek, debía financiar a los intelectuales para que sus ideas se hicieran populares. Una vez que eso haya ocurrido, según le comentó el profesor austríaco, los políticos las van a seguir. Fisher recordaría aquel momento con estas palabras: “Fue para mí una reunión decisiva. Hayek me advirtió sobre la pérdida de tiempo que implicaba emprender una carrera política,de lo cual estaba yo entonces tentado. Explicó que la influencia decisiva en la gran batalla de las ideas y en las políticas públicas y económicas era ejercida por los intelectuales. Si yo compartía la opinión de que las mejores ideas no estaban recibiendo una oportunidad justa, su consejo fue que debía unirme con otros en la formación de una organización de investigación académica para proveer a los intelectuales de las universidades, de las escuelas, del periodismo y de la radiodifusión de estudios autorizados de la teoría económica de los mercados y su aplicación a los asuntos prácticos”.
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