El Partido Comunista de España condenó la República nada más nacer; su programa para las elecciones legislativas convocadas por la Dictablanda para febrero de 1931, y finalmente frustradas, denunciaba ya “la falsa democracia burguesa, que solo asegura derechos al que tiene dinero suficiente para practicarlos”, vaticinando que la república burguesa que los republicanos españoles (“ayudados por los socialfascistas, anarcorreformistas y trotskistas”) querían implantar en España no mejoraría en nada la situación de la clase obrera. En su lugar, el PCE preconizaba una república de los trabajadores y un gobierno obrero y campesino, basado, como el de la URSS, en consejos de obreros, campesinos y soldados (Programa del PCE…, 1931).Según expuso Joaquín Maurín en un libro escrito durante el invierno de 1934-1935, la experiencia de octubre demostraba que la única solución frente a la amenaza fascista era la dictadura del proletariado; no había alternativa, pues la democracia burguesa no ofrecía más que una solución temporal.Como había enseñado Lenin, “la papeleta de voto es un arma, un camino. Pero, al cogerla, el proletario no renuncia a otros caminos y a otras armas”.
Como vislumbró Largo Caballero en 1930, ni la República ni la democracia constituían un fin en sí mismo, sino un mero instrumento, un matrimonio de conveniencia circunstancial contraído para alcanzar cotas más altas. Largo Caballero, en el mitin de unificación convocado por las juventudes comunistas y socialistas el 5 de abril en la Plaza de Toros de Madrid: “Que nadie se llame a engaño.… Las derechas en España, para nosotros, deben haberse terminado ya en lo que significa gobernar nuestro país. No piense nadie en darles el Poder, porque si eso intentan, el proletariado lo impedirá”.
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