Si la India ya en 1974 había conseguido producir su propia bomba atómica, y lanzar al espacio satélites de uso civil, desde los años noventa del siglo pasado sus institutos de investigación y sus empresas se especializaron en sectores como la informática, la nanotecnología, la industria farmacéutica, la microbiología y la neurociencia. El fuerte crecimiento indio del siglo XXI se basa, sobre todo, en la informática y las tecnologías de la información, mediante la exportación de productos informáticos y software, y la subcontratación de tareas informáticas para empresas y Estados extranjeros. En ciudades como Bangalore surgieron inmensos parques tecnológicos (Electronic City), sede de más de un centenar de empresas informáticas, como Infosys, fundada en 1981. La combinación de bajos sueldos y mano de obra especializada, con un inglés fluido, más el apoyo estatal mediante la creación de infraestructuras específicas para la comunicación informática, hacían posible que editoriales británicas realizasen en Bombay sus trabajos de maquetación de textos, o que las aseguradoras y hospitales norteamericanos externalizasen en empresas indias la gestión de los historiales médicos de sus pacientes. Los informáticos indios se convirtieron en un componente habitual de la plantilla de numerosas multinacionales, y su contratación se tornó en una prioridad de muchas empresas alemanas necesitadas de personal cualificado a principios del siglo XXI. A eso se sumó la modernización de algunas tradicionales empresas indias, y la especialización de la industria farmacéutica en la producción de medicamentos genéricos.
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