Henri J. M. Nouwen escribe en El regreso del hijo pródigo : "Cuanto más me alejo del lugar donde habita Dios, menos soy capaz de oír la voz que me llama “mi hijo amado”, y cuanto menos oigo esta voz, más me enredo en las manipulaciones y juegos de poder del mundo”…..
“Entonces, cuando finalmente aquella amistad se rompió definitivamente, tuve que elegir entre destruirme o confiar en que el amor que buscaba existía realmente… ¡en casa! Una voz, una voz muy débil, me susurró que jamás un ser humano sería capaz de darme el amor que buscaba, ni aquella amistad, ni otra relación íntima; tampoco una comunidad podría nunca satisfacer las necesidades más profundas de mi corazón. Aquella voz, suave pero insistente, me habló de mi vocación, de mis primeros compromisos, de los muchos dones que había recibido en la casa de mi padre. Aquella voz me llamó “hijo”. La angustia del abandono fue tan fuerte que me resultaba muy difícil, casi imposible, creer a aquella voz. Pero mis amigos, viendo mi desesperación, continuaron animándome a que superara mi angustia y confiara en que había alguien esperándome en casa. Finalmente, me marché a un lugar donde poder estar solo. Allí, en mi soledad, comencé a caminar hacia casa, lenta y dubitativamente, oyendo cada vez con más claridad la voz que dice: Tú eres mi hijo amado”
No hay comentarios:
Publicar un comentario