La infancia es la época de mayor vulnerabilidad en el desarrollo de la personalidad humana. Los padres que llevan a sus hijos a la pubertad libres de prejuicios psicológicos serios, pueden luego “retirarse a descansar”. Sus responsabilidades futuras como padres no deben dejar de preocuparles, pero la época más crucial ha terminado. A la edad de doce años, más o menos, la personalidad humana está sólidamente asentada. No habrá grandes alteraciones posteriores. Desde el momento de su nacimiento (se ha dicho que incluso antes) una de las grandes necesidades que el niño experimenta es la de ser amado. Es el amor lo que le hará sentir su propio valor. Es amado; por lo tanto, es capaz de ser amado; luego, su persona tiene un valor. Además, el amor hace que el niño se sienta seguro; no sufrirá ninguna tensión porque, siendo amado, sabe que alguien cuida de todas sus necesidades. El niño, por supuesto, no se hace estos razonamientos. En sus primeros años, especialmente en la infancia, un niño opera sobre todo a nivel del instinto. Pero su instinto es agudo y perceptivo.
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