Cuenta el profesor José María de Mena que las principales partidas antiliberales, unas afectas al partido de los Apostólicos y otras al Ejército de la Fe, estaban capitaneadas por guerrilleros como Queralt, Misas, Antón, Miralles, el Trapense; algunos de ellos habían combatido años atrás contra los revolucionarios franceses y contra los napoleónicos: Zaldívar, el cura Merino, Chaleco, Adame el Locho, el Caracol, Rojo Valderas, Orejitas, Cuevillas, los hermanos Cuesta… Para esas fechas, muchas de las partidas habían dejado de ser simplemente antiliberales, pues el reconocimiento de la Constitución por parte de Fernando VII fue para ellos inadmisible y dejaron de ser “realistas” del rey Fernando VII para volverse carlistas. Esto quiere decir que el carlismo no fue un problema de elección de rey dentro de la dinastía legítima, por falta de herederos varones al trono, sino que ya antes de producirse la muerte de Fernando VII y heredarle su hija existía ya el carlismo como partido que rechazaba a Fernando por su sumisión al liberalismo y a las medidas antirreligiosa de los gobiernos liberales. El carlismo como partido no de una persona sino de una ideología basada en un lema: Dios, patria y rey, puestos precisamente por ese orden.
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