El rey es el símbolo de todo cuanto puede unir a los ingleses y ha sido totalmente puesto al margen de cuanto puede desunirles, al mismo tiempo que es la suprema garantía de justicia igual para todos los ingleses. La administración de justicia aquí es independiente del Gobierno y se hace en nombre del rey. Por eso, ante los ojos de un juez inglés no hay, pongo por ejemplo, diferencia entre la declaración de un delincuente y la del policía que le ha detenido. Usted puede oír continuamente a un juez en sus audiencias decir que no cree ni policía y que, en cambio, cree al acusado. Para el juez, el policía es el representante del poder ejecutivo y el delincuente un ciudadano. El juez, como representante del rey, es el arbitro entre ambos. Ello es posible gracias, precisamente, a que el rey, por su aislamiento respecto a la labor diaria del Gobierno, no se ve mezclado en sus decisiones, sino que aparece como un punto equidistante, ecuánime y sobre todos los partidismos, para quien el único interés es el interés general del público británico. Aunque, en teoría, el rey tiene poderes enormes, y, si quiere, puede declarar la paz y la guerra, disolver el ejército o la marina, detener en sus prisiones “por el tiempo que le plazca” a cualquiera de sus súbditos, conceder el indulto a los condenados a muerte y otros múltiples; como estos poderes son capaces de provocar disensión, ha ido dejando de ejercerlos a través de los siglos y cediéndolos al Gobierno. En cambio, la Corona no ha cedido ni una sola de sus prerrogativas que significan servicio. Al correo se le llama “Correo de Su Majestad”. Toda la burocracia funciona bajo el lema “Al servicio de Su Majestad”. Los barcos de la escuadra son “barcos de Su Majestad”. Los reglamentos del Ejército, Marina y Fuerzas Aéreas llevan los títulos de “reglamentos de Su Majestad”. “Su Majestad” es el santo y seña de todo cuanto une y sirve a los ingleses en cuanto a comunidad. Los ingleses solo invocan su nombre cuando no puede provocar discrepancias. Al final de los banquetes, en el brindis común. Cuando terminan los espectáculos, entonando el God Save the King. Después de cada reunión, de cada manifestación; ante toda alegría o todo acontecimiento nacional, escribe Augusto Assía.
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