Niceto Alcalá-Zamora |
Los primeros nueve meses de régimen republicano tuvieron el mérito de intoxicar de tal manera el problema religioso que acabó convirtiéndose en un indicador del grado de esperanza o de frustración de la población en la consolidación de un régimen que había puesto su razón de ser en la obtención de una sociedad más justa, libre, próspera y democrática. Sin embargo, las expectativas a finales de 1931 no eran nada optimistas. El mismo Alcalá-Zamora, testimonio de excepción, las resumía con estas palabras: Se hizo una Constitución que invita a la guerra civil desde lo dogmático,en que impera la pasión sobre la serenidad justiciera,a lo orgánico, en que la improvisación, el equilibrio inestable sustituye a la experiencia y a la construcción sólida de los poderes.
Figols, 1932 |
El malestar de los obreros por lo que consideraban la ineficacia y la traición del nuevo régimen se había convertido en un sentimiento generalizado. La sublevación anarquista ya había tenido como precedente otros episodios violentos como, por ejemplo, el que sucedió en el pueblo extremeño de Castiblanco, donde los obreros mataron a cuatro guardias civiles que pretendían reprimir una manifestación. Sin embargo, la sublevación obrera que tuvo su inicio en la localidad minera de Fígols el 19 de enero de 1932 no fue esencialmente un acto de protesta por cuestiones de precariedad laboral, sino un acto de rebeldía; así lo demuestra el hecho de que los obreros, después de haber desarmado al somatén, procedieran a proclamar la instauración del comunismo libertario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario