Escribe Viktor Frankl, psiquiatra y filósofo austriaco, fundador de la logoterapia y del análisis existencial, que el suicidio no tiene nunca una justificación moral. Ni siquiera el suicidio expiatorio. Pues, del mismo modo que pone a la persona en la imposibilidad de fortalecerse y purificarse en el propio dolor, en el sentido de lo que llamábamos la realización de los valores de actitud, lo incapacita para reparar de una u otra manera el mal causado a otro. Con lo cual el suicidio perpetúa lo pasado, en vez de borrar del mundo una desventura ocurrida o un desafuero perpetrado; lo que borra del mundo es el yo….. Estamos obligados a demostrar a las personas cansadas de vivir, en todos y cada uno de los casos, que la vida tiene siempre, incondicionalmente, un sentido y que el suicidio carece siempre de él. Hay que hacerles ver, ante todo, que su cansancio de la vida no es más que un sentimiento y que los sentimientos no pueden hacerse pasar nunca por argumentos. El problema, planteado en términos éticos, consiste en saber si el hombre debe dejarse arrastrar por ese sentimiento de fatiga de vivir.
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