Cualquier forma de Estado limitado es posible sólo en una sociedad que cree en Dios. Si no, el Estado ocupa el lugar de Dios y ya no tiene límites. El poder absoluto del Rey Sol parece ridículo en comparación con el dictador ateo contemporáneo al que de verdad se le aplican las palabras de Lord Acton: el poder absoluto corrompe de manera absoluta. Es demasiado poco. El poder absoluto acaba necesariamente en demencia, escribe Nicolae Steinhardt.
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