Escribe Viktor Frankl que “todo el mundo tendrá que confesar que un ser rodeado del amor de sus familiares representa el objeto insustituible, irremplazable de este cariño, lo que da a su vida un sentido (aunque sea puramente pasivo). No todo el mundo sabe, sin embargo, que son precisamente los niños mentalmente retrasados los que, en general, más quieren y miman sus padres, precisamente como compensación del abandono, del desmaño con que se enfrentan a la vida. El deber incondicional del médico de salvar la vida del hombre cuando pueda hacerlo no cesa, a nuestro juicio, ni siquiera frente a un enfermo que ha intentado quitarse la vida y cuya vida pende, ahora, de un hilo.”
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