viernes, 18 de mayo de 2018

Alemanes.

El periodista y escritor español Julio Camba lo primero que exclama cuando por razones de trabajo llega a Alemania es que no se parece ni a España, ni a Francia, ni a Italia. Alemania es otra realidad, una realidad admirada por los españoles, que la ven desde un sentimiento de inferioridad sobre el cual sería menester que se ejerciera la estrategia de la reflexión. ¿Tienen razón los españoles al sentirse inferiores a los alemanes? Camba no responde con el adverbio de afirmación ni con el de negación, fiel a su costumbre de no coincidir con nadie. Prefiere llegar a la conclusión de que los alemanes son alemanes y españoles los españoles, consistiendo la sabiduría de cada uno en llegar a ser plenamente lo que es. La mejor manera de avanzar hacia una humanidad más rica
espiritualmente no se logra imitando a los otros, sino empezando por observarlos y pensar en ellos. A un alemán, por lo tanto, hay que verlo en cuerpo y alma. Camba advierte que un calvo en Alemania no es lo mismo que un calvo en Sevilla o que un tercer calvo cruzando en barca el Mississippi.

Julio Camba.
¿Pensará Camba que un alemán es menos humano que un español o que un italiano o que un francés? No exactamente. Camba cree que Alemania es un arquetipo de la disciplina. A un alemán no le interesa gobernar; le interesa que lo gobiernen. Un alemán no pide un café junto a su familia, gozando del café y de la familia; necesita reunirse con otras muchas familias para en ese momento disfrutar de su café y de su familia. Un filósofo francés escribe libros claros y al alcance de todos. Suele ser un hombre elegante, conversador, espiritual, amigo de las mujeres y de los bombones. El filósofo alemán dice cosas muy profundas, pero las dice oscuramente, no hay quien lo entienda a no ser los iniciados en la ciencia que él domina.


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