Guerra de los Treinta Años. |
El politólogo e historiador de ideas Isaiah Berlin cuenta que los alemanes estaban gobernados durante el siglo XVIII, y también durante el XVII, por trescientos príncipes y mil doscientos subpríncipes. El emperador tenía intereses en Italia y en otros lugares, lo que le impidió, tal vez, prestar debida atención a sus tierras alemanas. Y, sobre todo, se produjo el violento trastorno de la Guerra de los Treinta Años, cuando tropas extranjeras que incluían las francesas destruyeron y eliminaron a una gran porción de la población alemana, ahogando así en mares de sangre lo que habría sido su desarrollo cultural. Ésta fue una desgracia sin parangón en la historia europea. Nunca antes se había eliminado tal número de personas cualquiera fuera la razón, desde los tiempos de Gengis Kan, y la desgracia para Alemania fue aplastante. Ahogó en gran medida su espíritu,
con el resultado de que la cultura alemana se volvió provinciana, quedó desbaratada en pequeñas y relamidas cortes provinciales. No había un París, no había un centro, vida, orgullo, una sensación de crecimiento, de dinamismo ni de poder. La cultura alemana o bien caía en una extrema pedantería escolástica de tipo luterana, escolástica minuciosa aunque bastante seca, o en una rebelión contra dicha escolástica para concentrarse en la vida interior del alma humana. Esto, sin duda, lo estimulaba el mismo luteranismo, aunque en particular lo hacía el hecho de que había un gran complejo de inferioridad nacional, que comenzó durante esa época, frente a los grandes Estados progresistas de Occidente.
Saqueo de una aldea, óleo de Pieter Snayers (1592-1666), |
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