Si recordamos Sodoma, el santo patriarca Abraham trata de salvar a la pecadora ciudad de la ira de Dios, que quiere destruirla. Y regatea con Él como un astuto vendedor de coches de segunda mano. Cincuenta hombres rectos, cuarenta hombres rectos, treinta, veinte, tal vez diez. Cuando pierde la discusión vuelve los ojos a lo alto y pronuncia la osadísima sentencia: “¿Acaso el juez de toda la tierra no hará justicia?"
Esto es blasfemo, es osado, implica decirle al propio Dios; puede que seas el jefe ejecutivo pero no estás por encima de la ley. Puede que seas el legislador pero no estás por encima de la ley. Puede que seas la fuente de autoridad pero tendrás que justificarte ante un tribunal supremo de justicia. La justicia está por encima de ti… Una teoría difícilmente concebible en otras religiones. Y no es el único ejemplo. Los profetas solían discutir con Dios y a veces llegaban incluso a la acusación.
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