Claude Monet |
Al principio, cuando alguien decía que el impresionismo era la nueva tendencia artística, se mofaba la mayor parte del mundo del arte, compuesto por académicos, aún inmersos en el Renacimiento, dedicados al dibujo y el modelado. Al servicio de la hegemonía comercial del Salón, decían que las nuevas obras eran crímenes, absurdos y manchas de barro y acusaban a radicales como Claude Monet de hacer la guerra a la belleza. En los indignados editoriales de las revistas se comparaban estas nuevas obras con las realizadas por un mono al que se suministran pinturas; las calificaban de mera locura y, según Le Figaro, eran un espectáculo aterrador.
Retrato de Charles y Georges Durand-Ruel, |
La tormenta estalló en marzo de 1875. Un grupo de pintores, con una urgente necesidad de dinero (entre ellos Monet y Renoir), vendieron algunas de sus controvertidas obras a la mayor casa de subastas de la ciudad, el Hôtel Drouot. El suceso casi suscita un levantamiento. Los espectadores insultaban a los nuevos artistas y sus cuadros, burlándose de cada obra que se subastaba. Cuando se vendía alguna por poco dinero (cincuenta francos se pagaron por un paisaje de Monet) gritaban escarnios. “Pujo por el marco”, gritaba uno. El subastador temía acabar en un manicomio por culpa de la multitud desenfrenada. “Nos trataron como a imbéciles”, recordaba. Las cosas se pusieron tan feas que los organizadores tuvieron que llamar a la policía para evitar que el acto se convirtiera en una batalla campal.
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