Piarangelo Sequeri, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II, manifiesta que “la juventud ya no es una cuestión de edad, es una categoría del espíritu, disminuye el número de hijos, pero aumenta el de los ancianos que quieren mantenerse jóvenes. Ser jóvenes es costoso, pero mantenerse jóvenes lo es todavía más. Ha llegado la hora de la desublimación, la última frontera del freudismo al revés. Ser jóvenes significa poder gozar sexualmente, de cualquier
forma, sin preocuparse por la generación y sin la fatiga del uso de las palabras. Ser uno mismo, como se dice, sin oropeles ideológicos. Un pequeño paso para un adolescente, pero, como diríamos, un gran salto para la humanidad. En el umbral de esta regresión, para “mantenerse jóvenes” a su vez, se agolpan patéticamente los adultos (incluso los aparentemente más reflexivos). El último acto (antes del abandono del hombre sin edad al mito de la horda primitiva) es la incorporación de la concepción entre las variables del deseo (en determinadas condiciones “se mantienen jóvenes” y se sienten “adolescentes omnipotentes”, incluso “haciendo” un hijo; y hasta haciéndoselo hacer). No perderse nada con tal de realizarse plenamente.
Pierangelo Sequeri |
El sueño, para estos tardíos (en muchos sentidos) nietecitos de Nietzsche, parece más excitante y cercano a la realidad. La investigación realiza milagros a diario, y tal vez un día el mito del puer æternus se convertirá en ciencia (hoy cosmética y cirugía, mañana genética y robótica).
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