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Piotr Palchinsky |
Una fría noche de 1928 llamaron a la puerta del piso de Piotr Palchinsky en Leningrado. Fue detenido por la policía secreta y su esposa no volvió a verlo jamás. Había pasado más de un año cuando anunciaron que lo habían ejecutado. No hubo juicio, aunque un dosier de la policía secreta sobre Palchinsky, exhumado y sacado a escondidas de Moscú muchas décadas después por el historiador Loren Graham, documentaba sus delitos. Fue acusado de “publicar estadísticas detalladas” y sabotear la industria soviética tratando de establecer “objetivos mínimos”. En otras palabras, Piotr Palchinsky fue asesinado por intentar averiguar qué es lo que podría funcionar bien y por negarse a callar cuando veía un problema.
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Presos en el gulag. |
Palchinsky no estaba solo. Cuenta el economista británico Tim Harford que a finales de la década de 1920 y principios de la de 1930 fueron detenidos tres mil de los diez mil ingenieros de la Unión Soviética, muchos de los cuales fueron enviados a una muerte casi segura en Siberia (entre ellos, la esposa de Palchinsky). Todo el que pusiera objeciones a desastres tecnológicos previsibles y sugiriera alternativas era denunciado por liquidador. La ejecución secreta de Palchinsky fue un hecho insólito (quizá porque, empecinado hasta el final, se negó a retractarse). Pero la persecución que sufrió no. El bloque soviético empezó a resquebrajarse a finales de la década de 1980, jalonado por acontecimientos como el triunfo del recién legalizado sindicato Solidaridad en las elecciones polacas de junio de 1989 y la caída del muro de Berlín en noviembre de ese mismo año. En el corazón de la propia Unión Soviética tuvo lugar una revuelta impetuosa, pero menos conocida, la primera gran huelga en la historia soviética. En julio de 1989
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Mineros del carbón soviéticos. |
pararon doscientos cincuenta mil mineros del carbón. Parte de la protesta estuvo motivada por las condiciones de trabajo monstruosamente peligrosas. La siniestralidad de los mineros soviéticos era quince o veinte veces superior a la de los mineros norteamericanos, los pozos se cobraban más de cincuenta vidas al mes. Pero la huelga también estuvo motivada por la escasez, los mineros no solían tener carne ni fruta para comer y eran pocos los que podían permitirse sopa y agua caliente. Tras arriesgar la vida a diario a unas profundidades sofocantes, ni siquiera podían lavarse ni descansar en una cama cómoda. El presidente Mijaíl Gorbachov se vio obligado a aparecer en la televisión nacional reconociendo la justicia de la causa de los mineros y ofreciendo importantes concesiones. Fue un momento destacado en la caída del sistema soviético. Los mineros que habían parado y humillado a Gorbachov trabajaban precisamente en la cuenca del Don. Sesenta años después de la ejecución de Piotr Palchinsky y ochenta años después de que él pusiera por primera vez el dedo en la llaga de las malas condiciones de trabajo en las minas de carbón del Don, el sistema soviético no había logrado adaptarse todavía.
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