Hoy en día hay muchas mujeres que tienden a ocultar con todo cuidado cuanto haya en ella de personal para no agobiar con ello al hombre, para no ser para el hombre más de lo que este busca en ella, el tipo por el preferido.
Ese tipo de mujer, dice Viktor Frankl, quiere que los hombres se fijen en ella simplemente como un ser genérico; de aquí que se preocupe siempre de destacar en primer plano su corporalidad, lo que tiene de no específico; de ser impersonal y de presentar un tipo cualquiera, el que está de moda, el que más alto se cotiza en la feria de las vanidades eróticas. Trata de imitarlo con la mayor fidelidad posible aun a trueque de ser, con ello, infiel a sí misma, a su propio yo. No experimenta siquiera la ambición de crear por sí misma un nuevo tipo de mujer, de “marcar” la moda. Se contenta con representarlo. Gusta de presentar al hombre, espontáneamente, el “tipo” que él prefiere. Jamás se da a sí misma, jamás entrega amorosamente su propio yo. Por ese camino falso, la mujer va desviándose cada vez más de la auténtica vivencia amorosa, de la realización del verdadero amor.
Viktor Frankl |
En vez de buscarse el uno al otro, añade Viktor Frankl, se repelen en realidad, pues para poder encontrarse es necesario que cada cual busque en el otro lo que tiene de único, lo que sólo se da una vez en la vida, es decir, lo que verdaderamente puede hacer de él un ser digno de ser amado, lo que hace digna de ser amada la vida propia.
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