Antes del desarrollo de la ciencia económica, se pensaba que el intercambio y el mercado siempre beneficiaban a una parte a expensas de la otra. Esta es la raíz de la versión mercantilista del mercado. La economía ha demostrado que esto es una falacia, pues en el mercado ambas partes de un intercambio se benefician. Por tanto, en el mercado no puede haber explotación. Pero la tesis de un conflicto de
intereses sí es cierta siempre que el Estado o la administración intervengan en el mercado. Pues en este caso el interviniente gana solo a expensas de sujetos que pierden en utilidad. En el mercado todo es armónico. Pero tan pronto como aparece y se establece la intervención, se crea un conflicto en el que cada uno puede participar en la pelea por ser un ganador neto en lugar de un perdedor neto; por ser parte del equipo invasor, en lugar de una de las víctimas.
Esta coerción, dice Murray Rothbard, existe incluso en las
democracias más directas, pero está doblemente presente en las repúblicas representativas, donde el pueblo nunca tiene la oportunidad de votar sobre asuntos, sino solo sobre los gobernantes. Solo pueden rechazar personas (y eso a largos intervalos) y si los candidatos tienen los mismos puntos de vista sobre los asuntos, el público no puede efectuar ningún tipo de cambio fundamental.
Murray Rothbard |
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