martes, 3 de mayo de 2016

Seguridad y confianza en las calles.


Para que haya seguridad, confianza en las calles, más que policías, es necesario que desaparezcan las grandes manzanas sin tiendas,sin bares, sin vida urbana, y que se diseñen calles en donde se fomente la relación. 

La confianza en una calle se hace con el tiempo a partir de muchos y muy ligeros contactos públicos en sus aceras. Sale de las personas que se paran en un bar para beber una cerveza, a las que el tendero aconseja y que aconsejan al quiosquero de la esquina, confrontan opiniones con los otros clientes de la panadería y saludan a los dos chavales que beben limonada en el portal y miran a las niñas esperando la hora de cenar, sermonean a los niños, reciben una oferta de empleo del ferretero y toman prestado un dólar del camarero, admiran al bebé recién nacido y lamentan lo viejo que está el abrigo de otro. Las costumbres varían: en algunas vecindades la gente compara los perros; en otras los caseros. La mayoría de esto es ostensiblemente trivial, pero su suma no lo es en absoluto. La suma de todos estos contactos casuales y públicos en un nivel local, la mayoría de ellos fortuitos, la mayoría propiciados por recados que la gente hace para sí misma, no por encargo, es un sentimiento de identidad pública de la gente, una red de respeto público y de confianza, y un recurso en los momentos de necesidad personal o vecinal. La ausencia de esta confianza es un desastre para las calles de una ciudad.

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