Maduro junto al régimen chavista terminará por desaparecer y el comunismo cubano se encuentra en su ultima fase de existencia. Con estos últimos coletazos estamos definitivamente en el fin de lo que se llamo la guerra fría.
El fin de la URSS, y con él el fin de facto de la Guerra Fría, se ratificó el día de Navidad de 1.991, cuando Gorbachov firmó ante las cámaras su acta de disolución. El mundo había dejado de ser bipolar, en teoría la democracia se había extendido, al igual que la economía de mercado, las dictaduras de cualquier signo habían sufrido un fuerte desprestigio, y la espada de Damocles de las armas de destrucción masiva desapareció de los miedos de la opinión pública mundial.
Una paradoja más de la Guerra Fría fue la demostración de que el poder militar ya no bastaba para ejercer influencia en el mundo. En 1.989-1.991, la URSS se desintegró conservando intactas sus fuerzas armadas y sus arsenales nucleares. El poder blando, la fuerza de las ideas, el dominio económico y la primacía tecnológica contaban ya tanto o más que las divisiones acorazadas, los misiles balísticos y los submarinos. Y en buena medida el equilibrio del terror se basaba en la capacidad de sugestión y disuasión sobre el adversario. El engaño, la capacidad de aparentar más fuerza de la que se tenía y las percepciones mutuas eran un elemento clave.
Cuenta el profesor Núñez Seixas que durante la llamada Guerra Fría la Unión Soviética tenia un plan muy desarrollado para la invasión de la Europa libre. Los planes soviéticos para una invasión de Europa occidental contemplaban llegar a los Pirineos en seis semanas, con apoyo de hasta 175 bombas atómicas en dos oleadas. Incluso estaban preparados los modelos para la moneda de la futura Europa ocupada, y los nuevos nombres de las calles en las ciudades. Sin embargo, no era posible librar una guerra contra objetivos militares sin añadir víctimas civiles. Ante esa imposibilidad, Robert McNamara propuso que los misiles americanos apuntasen a las ciudades soviéticas, para que los soviéticos hiciesen lo mismo.
El principio de la destrucción mutua asegurada (Mutual Assured Destruction, MAD) operaría como un definitivo elemento disuasorio. La certeza de que el mundo se podría transformar en un lugar inhabitable por las consecuencias del invierno nuclear acababa siempre por prevalecer entre los mandatarios políticos.
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