Antes, para convencer a sus hijos de los beneficios del aprendizaje, los padres y madres solían decirles: Nadie podrá nunca quitarte lo que has aprendido. Semejante consejo puede haber sido una promesa alentadora para aquellos niños a los que se les enseñaba a construir sus vidas como casas,desde los cimientos hasta el techo, mientras en ese proceso iban acumulando el mobiliario, pero lo más probable es que la juventud contemporánea lo considere una perspectiva aterradora. Hoy los compromisos tienden a ser muy mal vistos, salvo que contengan una cláusula de “hasta nuevo aviso”.

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