A pesar de la opinión de Rita Maestre la Iglesia siempre ha sido un centro de caridad.
Monasterio de Leyre. |
Tras la caída del Imperio romano,la Iglesia a través de los monasterios se convirtió durante siglos en proveedor de cuidados médicos organizados que no se ofrecían en ninguna otra parte de Europa.
Biblioteca. |
Tanto por su funcionamiento como por su ubicación, estas instituciones eran auténticos oasis de orden, piedad y estabilidad, donde la curación podía producirse. Con el fin de cultivar estas prácticas, los monasterios se transformaron también en centros de conocimiento médico entre los siglos V y X, el período clásico de la llamada medicina monástica, y emergieron en el Renacimiento carolingio del siglo VIII como principales centros de estudio y transmisión de los textos médicos antiguos cuenta el profesor Thomas E. Woods.
Monasterio de la Oliva |
W. E. H. Lecky describe así la actividad de los monasterios durante la Edad Media:“La caridad fue adoptando formas muy diversas con el paso del tiempo, y cada monasterio se convirtió en un centro de caridad. Los nobles quedaban impresionados por los monjes: los pobres eran protegidos, los enfermos atendidos, los viajeros acogidos, los prisioneros rescatados, las más remotas esferas del sufrimiento exploradas. En el período más oscuro de la Edad Media, los monjes fundaron un refugio para peregrinos en medio del horror de las nieves alpinas”.Llegado el siglo XIII, la Orden de los Hospitalarios administraba cerca de veinte hospicios y leproserías.
Monjes rezando. |
Lutero se vio forzado a admitir: “Bajo el papado, la gente era al menos caritativa y no era preciso recurrir a la fuerza para obtener limosnas. Hoy, bajo el reinado del Evangelio (con lo que se refería al protestantismo), en lugar de darse se roban los unos a los otros, y parece que nadie cree poseer nada hasta que se hace con la propiedad de su vecino”.
El ataque de la Revolución francesa contra la Iglesia puso fin en el siglo XVIII a una abundante fuente de buenas obras. En noviembre de 1.789, el gobierno revolucionario nacionalizó (es decir, confiscó) los bienes eclesiásticos.
El arzobispo de Aix en Provence advirtió que semejante robo amenazaba la educación y el bienestar del pueblo francés. Naturalmente, tenía razón. En 1.847, Francia contaba con un 47 por ciento de hospitales menos que en el año de la confiscación, y en 1.799 los 50.000 estudiantes matriculados en las universidades diez años antes se vieron reducidos a 12.000.
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