lunes, 21 de noviembre de 2016

Reagan no se dejó impresionar por las críticas.

Edward Teller
Ronald Reagan, antes de ser presidente de los Estados Unidos, conoció al profesor Edward Teller, una de las más grandes autoridades del mundo en física nuclear; y con su característica facilidad para hacer hablar a la gente, consiguió que Teller le explicara la posibilidad de fabricar armas de tercera generación, capaces de dejar anticuadas a las existentes, porque no consistirían en materia cargada de energía potencial, sino en energía pura. Reagan tomó buena nota de aquella conversación, y una vez presidente, encargó a Teller un informe sobre la naturaleza de aquellas armas. Así comenzó una iniciativa audaz, cuyos propósitos apenas llegarían a ponerse en práctica, pero que iban a cambiar la historia del mundo.

Ronald Reagan.

Reagan, sin embargo, no se dejó impresionar por las críticas. Más bien dejó que las gentes, y especialmente los rusos, se tomaran en serio unos proyectos que probablemente nunca se propuso llevar a la práctica, por su disparatado coste (de la iniciativa, solo se han desarrollado, y en su forma más simple, bombas y proyectiles inteligentes). Los rusos sabían que tenían muy pocas posibilidades de contestar.

Brezhnev
Reagan siguió una enérgica política exterior. Su lema era “la paz por la fuerza”, es decir, el fin de cualquier intento de alterar el orden existente mediante una exhibición de potencia militar incontestable. Aumentó de forma que a muchos pareció disparatada el presupuesto militar. La tecnología norteamericana se esforzó como nunca en conseguir no un número mayor de armas, sino nuevas armas de calidad inimitable por otros. La idea de Reagan era clara, obligar a los soviéticos a un acelerón que no pudieran resistir; un proyecto tan discutible como de efectos prácticos que acabó dando pleno resultado. Brezhnev, cada vez más impotente, se esforzó cuanto pudo, hasta que comprendió la incapacidad de los rusos para seguir aquella vertiginosa carrera. El golpe de gracia estuvo en el Plan de Defensa Estratégica, conocido impropiamente como “guerra de las galaxias”. La Unión Soviética organizó una campaña de propaganda contra el plan, haciendo ver que Europa Occidental, aliada de Estados Unidos, quedaba particularmente desprotegida; y la idea causó, en efecto, reticencias y hasta protestas en muchos lugares de Europa. Pero la Iniciativa de Defensa Estratégica (que inició los estudios, pero no se llevó a cabo) acabó con la moral de los soviéticos, y tuvo un papel muy importante en el derrumbamiento del régimen comunista. La energía que Reagan manifestó para dejar fuera de combate a la Unión Soviética no estuvo reñida con una política de acuerdos y hasta con ayudas a Rusia en épocas de malas cosechas, para evitar la desesperación del hambre.

Acabó con la moral de los soviéticos.
Reagan dio a los Estados Unidos una superioridad sobre el resto del mundo, que ya se iba a mantener durante mucho tiempo. En 1988, al expirar su segundo mandato,dejó como sucesor al vicepresidente George M. Bush, que, más que por méritos propios, por considerarse discípulo y colaborador de Reagan, ganó fácilmente las elecciones. Bush prolongaría así por cuatro años más el mandato de los republicanos; pero ya por entonces el mundo había entrado en otra época.

Reagan siguió una enérgica política exterior. Su lema era “la paz por la fuerza”

Reagan dio a los Estados Unidos una superioridad sobre el resto del mundo, que ya se iba a mantener durante mucho tiempo

La energía que Reagan manifestó para dejar fuera de combate a la Unión Soviética no estuvo reñida con una política de acuerdos y hasta con ayudas a Rusia 

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