Muchos políticos europeos y estadounidenses, así como la opinión pública, culpan de la pérdida de los puestos de trabajo a la deslocalización de la fabricación hacia países con mano de obra barata como China. Pero la realidad es que ha sucedido algo de mucha más trascendencia. Entre 1995 y 2002, mientras la economía mundial perdía 22 millones de puestos de trabajo en el sector manufacturero, la producción mundial aumentó en más de un 30%. En los Estados Unidos, la automatización ocasionó la pérdida del 11% de los puestos de trabajo de este sector. Hasta en China se han perdido 16 millones de puestos de trabajo por la introducción de las TIC y la robótica en las fábricas, aunque su productividad ha crecido: ahora produce más, más barato, y con menos trabajadores. Fabricantes que hace tiempo recurrieron a la mano de obra barata de las fábricas chinas, traen la producción de vuelta a casa usando robots avanzados que son más baratos y eficientes que los obreros chinos. Los 128 brazos robóticos de la fábrica de productos electrónicos de Philips en Holanda funcionan con tanta rapidez, que se encuentran tras mamparas de cristal para que los pocos supervisores de la planta no sufran heridas. La producción de esta fábrica de Philips es la misma que la de la fábrica que tiene en China, pero cuenta con una décima parte de sus trabajadores. No queriendo quedarse atrás, muchos de los principales fabricantes de China están reemplazando con rapidez su mano de obra barata con robots todavía más baratos. Foxconn, la gigante china, tiene previsto instalar un millón de robots en los próximos años eliminando una gran parte de su plantilla.
Las TIC, la informática, la automatización, los grandes datos, los algoritmos y la IA que conforman el Internet de las cosas están reduciendo casi a cero, y con mucha rapidez, los costes marginales de personal en la producción y el envío de una gran variedad de productos y servicios. De no suceder un imprevisto, a medida que nos vayamos adentrando en el siglo XXI una parte cada vez mayor de la actividad económica productiva de la sociedad estará en manos de una tecnología inteligente supervisada por grupos pequeños de profesionales y técnicos muy cualificados.
Jeremy Rifkin |
Jeremy Rifkin escribe que “el antiguo paradigma basado en propietarios y trabajadores, en vendedores y consumidores, se está empezando a resquebrajar. La conversión de los consumidores en productores eliminará esa distinción. Los prosumidores producirán, consumirán y compartirán cada vez más sus propios bienes y servicios en el procomún colaborativo con unos costes marginales que se irán acercando a cero, con lo cual surgirán maneras nuevas de organizar la vida económica más allá del modelo de mercado capitalista tradicional. Gran parte del empleo humano liberado por la automatización del trabajo en todos los sectores de la economía de mercado se está trasladando a la naciente economía social. En esta nueva era, la participación plena en el procomún colaborativo adquiere la misma importancia que ha tenido el esfuerzo en la economía de mercado, y el capital social adquiere el mismo valor que se ha otorgado al capital de mercado. La participación en la comunidad y la búsqueda de trascendencia y significado definirán la medida de nuestra vida más que nuestra riqueza material”.
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