jueves, 17 de noviembre de 2016

El hombre que no actua.

el vino que nos alegra
Dios protege a quienes aprovechan las oportunidades que se les conceden. Las oportunidades son bendiciones, como la buena salud, una esposa fiel o el vino que nos alegra. Aceptar oportunidades implica fracasar de vez en cuando, quizá con frecuencia, porque los hombres son falibles y la fe débil. No obstante, son bendiciones.

No puedo creer que Dios se alegre del fracaso.No se alegra
orgullo y arrogancia
del fracaso, sino del intento. Aceptar una oportunidad implica tener fe en Dios, en la munificencia de Sus dones. Implica gratitud por Su generosidad, amor por Su misericordia. Pero no aceptar una oportunidad, ni siquiera intentarlo, significa lo contrario; una falta de fe, un alejamiento de Dios, a la postre un orgullo y una arrogancia heraldos de que no confiamos en los dones que Dios deposita en nuestro regazo. 

Nosotros, como hombres, sabemos más que Él, confiamos en nosotros más que en Él. De ahí el castigo del tercer criado, que ni siquiera lo intentó. Pese a su, en apariencia, humilde disculpa, y la devolución del único talento, ese criado fue el más arrogante y desafiante de todos. Fue tímido y timorato con sus dones, y por tanto los desaprovechó. Ese criado merecía el castigo.Pero el cuarto criado perdió los recursos de su amo… ,interrumpió Odoacro cuenta Michael Curtis Ford en su novela “La caída de Roma”. Pero no los desaprovechó. Aceptó la oportunidad, corrió el riesgo, invirtió de buena fe… y los perdió. Tal vez era un estúpido. Tal vez, pero eso no es un pecado. Dios no castiga la estupidez. Castiga el orgullo, la falta de resolución y la timidez. El orgullo y el miedo son con frecuencia uno y el mismo.


El hombre que no actúa
El hombre que no actúa es el hombre más detestable, incluso más que el hombre que actúa y fracasa.Por más que un hombre se haya apartado de su destino, por más que se haya alejado de su camino, si aún desea volver a encontrarlo no está perdido


Aceptar oportunidades implica fracasar de vez en cuando, quizá con frecuencia, porque los hombres son falibles y la fe débil.

El hombre que no actúa es el hombre más detestable, incluso más que el hombre que actúa y fracasa


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