La residencia de ancianos desprende una falsa alegría. Se trata de una caja chata de acero y cristal de líneas ostentosamente limpias y abiertas, y decorada con macetas de pensamientos y pinos bajos en el exterior y con linóleo de cuadros blancos y negros y cortinas de color rojo chillón dentro. Aunque el estilo de la decoración es modernista, no hay modo alguno de ocultar la verdad; sus clientes están a la espera de que les llegue la muerte.
Los que viven en la residencia son almas marchitas confinadas a sillas de ruedas o que deambulan arrastrando los pies con la ayuda de bastones, y cuya reducida estatura es tan desproporcionada en relación con la de su prominente entorno que parecen estar tan fuera de lugar aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario