La gente promete, pero la promesa se pierde con la misma fuerza que llega. Viene en el periódico, que de cada diez matrimonios que se celebran siete terminan sin cumplir lo que que prometieron. También leemos noticias de empleados que acuden a los tribunales acusándo con secretos que conocen por su trabajo, o asesores que venden la documentación de clientes sacando unos míseros euros, tal vez ni siquiera las treinta monedas.
Siempre he pensado, decía un personaje de Marco Malvaldi en el libro “El caso del mayordomo asesinado”, que las promesas son dogmas de la Edad Media, obligaciones contra natura que ya no tienen razón de ser en un ambiente racionalista y de progreso. Al contrario, digo más: sería bueno, a mi parecer, que se promulgara una ley que permitiera el divorcio, como ha sido adoptada desde hace tiempo por las naciones más civilizadas del mundo.
El valor es un mito manipulable y la fe la perdí hace mucho, cuando me torturaron, dijo el poeta lanzando una gran bocanada contra las nubes espumosas de la mañana.Digo la fe en causas humanas, no en Dios, que es la que me mantiene vivo.( “Boleros en La Habana” de Roberto Ampuero)
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