La soledad, dicen quienes entienden de estas cosas, es un estado subjetivo, propio de los que ya consideran vana e insustancial la vida, de quienes están enfadados con ella, de quienes se han quedado a oscuras, o de quienes, hartos tal vez de brillar, han decidido descender hasta las sombras.
Cuenta Homero en un pasaje de La Odisea, cuando Helios (el sol) se enfurece con Zeus, el dios al que siente injusto, y le dice: "Bajaré a los infiernos y brillaré solamente para los muertos". Porque aunque se esté bajo el sol más luminoso, no puede evitarse el sentimiento de hallarse entre las sombras. Ocurre esto cuando en la vida nos vemos, sin esperarlo, como de repente, dados de lado, apartados a la vera del camino, echados fuera de él; y allí estamos, fatigados, confusos, sin saber ahora ni adónde ir ni qué ruta seguir.
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