El papa Francisco el 28 de abril de 2023 decía en Hungría:“En este momento histórico, Europa es fundamental. Porque ella, gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol que le corresponde, el de unir a los alejados, acoger a los pueblos en su seno y no dejar que nadie permanezca para siempre como enemigo. Por tanto, es esencial volver a encontrar el alma europea”. Da por sentado que toda la riqueza de Europa como “memoria de la humanidad”, vehículo de “unidad” entre pueblos diferentes, y constructora de paz, ha tenido “un alma” que ha inspirado e impulsado esa grandeza, como todo árbol frondoso debe su esplendor a unas raíces vivas y vigorosas”.
El papa Francisco ofrecía una pista orientadora para la búsqueda del alma perdida, “el espíritu que animó a los llamados “padres de la Unión Europea” en su reconstrucción del Continente, después de la II Guerra Mundial. El “alma europea” estuvo en “el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá del propio tiempo, de las fronteras nacionales y las necesidades inmediatas, generando diplomacias capaces de recomponer la unidad, en vez de agrandar las divisiones.” (Discurso, 28-IV-2023). Me permito añadir que estos mimbres, esenciales para la reconstrucción, estaban vitalizados, a su vez, por una savia de valores humanos y radicalmente cristianos, presentes en el espíritu de aquellos padres de la Unión.” Lo mejor de la cultura y sabiduría griega en su concepción del hombre y del sentido ético de su vida; la ordenación de la vida social procedente del derecho romano; y la dimensión máximamente trascendente de la persona, aportada por la fe y vida cristiana. La obra de san Benito contribuyó a que esas instancias no se perdiesen y dieran vida a la formación de lo que hoy llamamos Europa. Vino a hacer de puente entre un mundo que agonizaba y otro que iniciaba su nacimiento y andadura. Y en aquel “hacerse de Europa”, proseguido después a lo largo de siglos, el alma vivificadora de todo ha sido la pacífica unión entre lo humano y lo divino en múltiples ámbitos, la armonía entre razón y fe diríamos hoy, una vez más.
Juan Pablo II, en Compostela, junto a la tumba del apóstol Santiago exclamaba: “Desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo”. (Discurso, 9-XI-1982)
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