“La autotrascendencia son nuestros ojos. Es decir la capacidad de mi ojo de cumplir con su función, que es la de percibir ópticamente el mundo exterior, depende de la incapacidad de percibirse a sí mismo. Mi ojo estará enfermo en el momento en que note o vea algo de sí mismo. Si ve nubes, serán cataratas. Uno ojo sano no se ve a sí mismo. Lo mismo ocurre con el hecho de ser hombre”, explica Viktor Frankl.
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