Aristóteles empleó el término eudemonía para referirse a un estado de bienestar en el que la persona experimenta que su vida tiene sentido y propósito. Se contrapone a la hedonía, de donde procede la voz hedonismo, que describe la felicidad efímera de los distintos placeres, comida, bebida, sexo, dinero, poder y fama, fundamentalmente. Casi todos buscan eudemonía sin renunciar a los placeres, pero la experiencia enseña que lo segundo, si se absolutiza, lleva a la destrucción. Waldinger y Schulz afirman que la eudemonía proporciona “el tipo de bienestar que aguanta los altibajos”. Sobre el dinero en concreto, tan necesario y a la vez tan peligroso, como tantos otros aspectos de la felicidad su efecto en nosotros es complejo. Quizás el motivo por el que nunca damos con la respuesta a la cuestión de si el dinero proporciona la felicidad es porque planteamos mal la pregunta y ahondamos en un lugar donde no se halla la solución.
El Estudio Harvard sobre el Desarrollo en Adultos saca la conclusión que la salud, el dinero y el éxito profesional influyen, pero nada resulta tan importante para alcanzar una vida plena y satisfactoria como las relaciones personales.Las buenas relaciones nos hacen más felices, nos mantienen más sanos y nos ayudan a vivir más tiempo. Y que eso es cierto a lo largo de toda la vida, en todas las culturas y contextos. Pocas cosas afectan tanto a la calidad de nuestra vida como nuestra conexión con los demás.
El Estudio Harvard sobre el Desarrollo en Adultos saca la conclusión que la salud, el dinero y el éxito profesional influyen, pero nada resulta tan importante para alcanzar una vida plena y satisfactoria como las relaciones personales.Las buenas relaciones nos hacen más felices, nos mantienen más sanos y nos ayudan a vivir más tiempo. Y que eso es cierto a lo largo de toda la vida, en todas las culturas y contextos. Pocas cosas afectan tanto a la calidad de nuestra vida como nuestra conexión con los demás.
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