La estructura ocupacional de las grandes ciudades ha dado lugar de forma cada vez más clara especialistas en diferentes tipos de comunicación oral, escribe el historiador ingles Burke. Entre estos especialistas podríamos señalar los corredors d’orella de la Lonja de Barcelona, que escuchaban las conversaciones y ponían a unos comerciantes en contacto con otros; los “corredores” que en el siglo XVIII anunciaban servicios matrimoniales clandestinos en Londres o informaban de las llegadas de barcos a los aseguradores en la casa de café de Lloyd; y los
romanceros que iban y venían por la ciudad o se paraban en determinados lugares como el Pont Neuf de París o la Puerta del Sol de Madrid, donde cantores ciegos, estratégicamente situados entre las oficinas de la Gazette oficial y la parada final del servicio postal,Correos, vendían almanaques, periódicos y edictos oficiales. Los avisos oficiales se daban a conocer en las esquinas de las calles o en las puertas de las iglesias. Por ejemplo, en Florencia el nuevo Índice de libros prohibidos se expuso en 1558 en las puertas de las iglesias de la ciudad. En tiempos de Carlos II, en Londres las obras de teatro se anunciaban por medio de letreros colocados en las calles. A un visitante suizo de Londres le impresionó, en 1782, que las tiendas tuvieran nombres y no tanto signos de identificación. Los nombres de las calles se escribieron cada Madrid en el siglo XVIII. |
Dice Burke que los nativos de las grandes ciudades experimentaron cada vez más la necesidad de orientación, de información acerca de las diversas formas de emplear el tiempo libre o sobre cómo encontrar determinados productos y servicios. El problema se solucionó en parte con el uso de los carteles. Por ejemplo, para anunciar las representaciones teatrales. Estos anuncios pegados a las paredes tuvieron su origen en España, a finales del siglo XVI, momento en que inició su despegue el teatro comercial. La palabra española cartel se tradujo al italiano como manifesto, al francés como affiche, al alemán como Plakat y al inglés como bill. En 1662 Pepys se refiere a carteles (bills) que anuncian representaciones teatrales y que están fijados a postes en el edificio del Temple y en otros lugares. A finales del siglo XVIII, este tipo de carteles tuvo un importante papel en la vida urbana de París. Eran objeto de un estricto control oficial y los cuarenta "carteleros"(afficheurs) oficiales llevaban una insignia especial como demostración pública de su categoría. La información que pegaban a las paredes incluía desde anuncios referentes a charlatanes, perros perdidos y predicadores hasta decretos del Parlamento de París.
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