Muchos civiles de principios del siglo XX pensaban que el ejército era la expresión más noble y elevada de la nación. El militarismo era un fenómeno más generalizado por toda Europa, y en todas las sociedades. En Gran Bretaña, los niños pequeños vestían trajes de marinero, y en el continente era frecuente ver a niños en las escuelas con sus pequeños uniformes; en los institutos y en las universidades había cuerpos de cadetes; y los jefes de estado, excepto en la Francia republicana, portaban normalmente uniforme militar.
Soldados de la Legión Checa en la Primera Guerra Mundial |
El militarismo y los militares provocaron también la división política de los europeos: los izquierdistas no los aprobaban, en tanto que los conservadores los admiraban. En la mayor parte de los países, las clases altas enviaban a sus hijos a que se hicieran oficiales, mientras que para las clases trabajadoras el servicio militar suponía una carga. Aunque lo cierto es que esta línea divisoria nunca fue nítida. Muchos elementos de clase media, como por ejemplo los empresarios y los comerciantes, por ejemplo, se molestaban porque sus impuestos sirvieran para sostener a un ejército de holgazanes y su costoso equipamiento, mientras que otros aspiraban a los valores y el estilo de los oficiales.
Por mucho que disgustara a los socialistas, en toda Europa, a las clases trabajadoras les entusiasmaba, y salían a las calles a aplaudir a las bandas y marchas militares o para celebrar los triunfos del pasado.
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