La avinagrada monja que escribió
el relato de la estancia de los españoles en s’Hertogenbosch después de 1568 anotó todos los crímenes que razonablemente podían imputarse a los soldados, pero tuvo que admitir que “tenían un gran respeto por el Santísimo Sacramento y eran devotos en las iglesias y favorecían al clero y no le hacían daño”. Al Ejército de Flandes se le conoció siempre como “el Ejército Católico”; era el ejército del “Rey Católico”.
s’Hertogenbosch |
Geoffrey Parker |
Cuenta el historiador británico Geoffrey Parker que en 1589 se estableció entre los soldados por bula papal una “Cofradía del Santísimo Sacramento”, y pronto se desarrollaron otras asociaciones religiosas para soldados, particularmente en las guarniciones de ciudad. Los enemigos se sorprendían siempre ante las muchas efigies religiosas, crucifijos, Agnus Dei y otras reproducciones parecidas que llevaban los españoles muertos en combate; mandas de muchos soldados a cofradías y monasterios que ellos apadrinaban y el dinero dejado para buenas obras y para distribuir en limosnas son testimonio de piedad, por lo menos, en el lecho de muerte. El soldado tenía que vivir con
el peligro diario de una muerte violenta y repentina; no debe extrañar que mantuviera fija la mirada en la posibilidad de ganar un más allá confortable en el que su iglesia le enseñaba a esperar. La caridad y la piedad estaban de hecho íntimamente asociadas entre las tropas con el temor a la muerte. En otras ocasiones se comportaban como brutos.
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