Auguste Comte |
En 1842 Ludwig Feuerbach publicó La esencia del cristianismo. Ese mismo año Auguste Comte culminó la publicación de su clásico en seis tomos, sobre el que había estado trabajando durante años: el Curso de filosofía positiva. Ambos autores presentaron ante el mundo una nueva religión, en la que Dios ya no reinaba y en la que al hombre se le permitía ocupar su lugar.
Comte admiraba la estructura de la Iglesia Católica. Pretendía la total secularización del catolicismo, separándolo totalmente de Dios, de Cristo y de la Sagrada Escritura pero conservando sus instituciones y su estructura de autoridad sobre una base más amplia y más fuerte.Si no hay un Dios que venga al rescate en un momento de desequilibrio social, el hombre debe socorrerse a sí mismo. Pero si las religiones del pasado se centraron excesivamente en la salvación individual, la nueva religión, puramente inmanente, debía exigir el total y absoluto olvido de uno mismo. Es la humanidad, y no Dios, la que debe ser
adorada por almas desprendidas de sí que no tienen derechos personales, sino únicamente unos deberes inexcusables de servir a sus semejantes, los cuales han de ser impuestos por un dictador que trabaja con la colaboración de sus oficiales, su cuerpo de obedientes sacerdotes.
Humanidad. |
“Que nadie dude de que hoy los siervos de la humanidad están expulsando a los siervos de Dios”, escribe Comte, “arrancándolos de raíz de cualquier control sobre los asuntos públicos, en cuanto que son incapaces de ocuparse verdaderamente de tales asuntos o de comprenderlos con propiedad”.
Los siervos de Dios Elías y Eliseo. |
Comte es un sentimentalista que pretende explotar los sentimientos de las personas. Al redirigir esos sentimientos, no hacia otras personas en la forma de relaciones interpersonales, sino hacia una abstracción, la humanidad,está engañando a sus seguidores. “El Amor es mi principio, el Orden es mi fundamento, el Progreso es mi fin”, proclamaba. Pero el resultado es la tiranía.
Maritain lamenta la influencia que el cristianismo secularizado de Comte ha tenido en la “descristianización lenta e imperceptible de un gran número de almas católicas”. De Lubac considera el positivismo de Comte, con sus promesas de liberar al hombre del “yugo insoportable” de lo trascendente, no tanto el antagonista como el aliado de las corrientes marxistas y nietzscheanas que reinan en el clima espiritual de hoy en día.
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