Enrique VIII |
A Enrique VIII le gustaba comer. Una vez fue a cenar a la casa de un duque. Los demás invitados se dieron cuenta de que el rey no apartaba la vista de una hoja de papel que estaba sobre la mesa, a la que miraba una y otra vez antes de volver a prestar atención a la comida. Los lores allí reunidos, los condes y duques no podían explicárselo. Aquél debía de ser un documento de suma importancia, pensaron, tan importante como para que Su Majestad necesitara leerlo durante la cena. Después de la comida, sin embargo, el rey dejó aquel pliego de papel encima de la mesa y se retiró al salón. Los comensales se agruparon en torno a la mesa pero, cuál no sería su sorpresa al ver que aquel pedazo de papel no contenía ningún secreto de Estado, sino los nombres de unos pocos platos. Los mismos que acababan de comer.
El anfitrión los había escrito en aquel folio y se lo había entregado al rey. Todos dijeron:Qué idea tan estupenda. De ese modo no tienes que aprenderte de memoria esos aburridos nombres ni lamentarlo luego, cuando algo parece sabrosísimo y no lo es. Si sabes de antemano, puedes decidir lo que vas a comer y lo que no, de cuál plato comer más y de cuál comer menos.Y ésos fueron los inicios de la carta.
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