Podemos perder la conciencia de nuestra libertad en la medida en que no la ejercemos. En ese caso, es lógico que nos sintamos cada vez más limitados, condicionados y aun coaccionados por nuestros estados de ánimo o por el ambiente. Es así como puede plantearse la duda de si somos libres o, incluso, de si ser libre merece la pena o tiene un sentido.
Para el filósofo José Ignacio Murillo de poco sirve liberar a alguien y decirle que puede ir a donde quiera, si no existe un destino al que pueda dirigirse o, si lo hay, no sabe en absoluto cómo llegar a él.
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