Esopo nos enseña el valor de la unidad con la fábula de los hermanos desunidos. Un padre quiso dar una lección a sus tres hijos que no hacían más que discutir. Les mostró un haz de ramas y les pidió ayuda para partirlo, aduciendo que él no podía. Fueron intentándolo uno a uno sin éxito alguno. Al final, el anciano, desató las ramas y se las fue dando separadas a los hijos que las rompieron sin dificultad. “¿Veis?, les dijo, por separado, las ramas se parten con facilidad. Juntas, eran irrompibles. Así sois vosotros, como esas ramas”.
Un modo muy eficaz de desunir son los enfrentamientos, la lucha, el protestar por todo. Cuando estamos en guerra con nosotros mismos, no aceptamos nuestro cuerpo, sexo, historia, parentela ni cultura; cuando la soberbia rompe la armonía familiar con sus constantes reivindicaciones; cuando los excesos nacionalistas rompen el concierto de una nación; nos olvidamos de la inmensa dignidad de toda persona, sea del color que sea, tenga la edad que tenga, piense lo que piense, crea o no crea. Cuando nos empeñamos en restar, dividir, clasificar para descalificar… estamos destruyendo la humanidad.
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