“No hay salud sin salud mental”. Fue la contundente frase que pronunció Gro Harlem Brundtland, exprimera ministra Noruega. El 13 de mayo de 2020, dos meses después de ser declarada la pandemia, Naciones Unidas publicó un informe titulado “La COVID-19 y la necesidad de actuar en salud mental”. Dice textualmente que “aunque la crisis provocada por la COVID-19, en primer lugar, es una crisis de salud física contiene también el germen de una importante crisis de salud mental que estallará si no se toman las medidas adecuadas”. En los últimos años ha aumentado la incidencia de los trastornos de ansiedad, la depresión, los trastornos del sueño o el trastorno de estrés postraumático. El consumo de psicofármacos, en especial ansiolíticos y antidepresivos, ha aumentado casi un 20% desde 2020 y hasta la actualidad, y de las personas que estaban tomando previamente, la dosis ha aumentado un 30%. Hoy en día se estima que casi un 15% de las mujeres consumen algún ansiolítico antidepresivo y un 8% de los varones en España.
La psiquiatra María Inés López-Ibor escribe que “vivimos actualmente en una época conocida como la era digital, inmersos en la era de la información o era informática. Este periodo va ligado a las tecnologías de la información y comunicación, y tiene sus antecedentes en otras como el teléfono, la radio o la televisión.Algunos estudios consideran que aquellas personas que utilizan mucho tiempo estos dispositivos se relacionan peor con sus iguales, perdiendo habilidades sociales y no siendo capaces de identificar de manera adecuada las intenciones de los demás, ni las suyas propias; esto genera angustia y ansiedad. Han aumentado los casos de acoso y de relaciones tóxicas, ya que los adolescentes están demasiado expuestos. Están en una edad en la que no son capaces de distinguir o de evaluar convenientemente muchas de las informaciones que reciben y el efecto contagio es importante. Se ha demostrado que muchos de ellos tienden incluso a autolesionarse o iniciarse en comportamientos muy restrictivos, por ejemplo, en sus dietas, con el riesgo de que acaben desarrollando un trastorno del comportamiento alimentario u otro trastorno mental”.
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