“¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque embestida por las tempestades, acaba por naufragar”, manifiesta San Macario en una de sus homilías. El corazón no puede estar sin amor. Se corrompe enseguida, con suma facilidad.
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