domingo, 29 de diciembre de 2024

La caridad se dirige en primer lugar a Dios, que está presente en el pobre, en el enfermo, en el preso

Pierre Manent, académico y filósofo francés, afirma que por la compasión, me identifico con mi prójimo que sufre, me pongo en su lugar, pero por supuesto sé que yo no sufro, e incluso experimento necesariamente, a pesar mío, el placer de no sufrir. La caridad no se dirige en primer lugar al prójimo, sino a Dios, que está presente en el pobre, en el enfermo, en el preso... Esto parece “menos humano” que la compasión, y de hecho lo es, pero escapa al círculo de la semejanza “demasiado humana”. La caridad supera, pasa por encima de las diferencias, pero no las elimina.
De lo contrario, la caridad no culminaría en el mandamiento de amar a nuestros enemigos, aquellos con los que es imposible identificarse, por los que es imposible sentir compasión. La perspectiva cristiana es completamente diferente de la perspectiva humanitaria. Esta última ve a la humanidad unirse por el contagio irresistible del sentimiento de semejanza. La similitud de los hombres haría que las diferencias entre las formas de vida de esos hombres fueran secundarias y, en última instancia, indiferentes. La caridad cristiana no las considera secundarias o insignificantes. ¿Cómo podría juzgar que las diferencias entre las religiones carecen de significado real, y en última instancia son indiferentes, cuando el único principio verdadero de la unidad final de los hombres reside para ella en Cristo?



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