Se llamaba Israel Zolli, pero más tarde sería conocido como Italo Zolli y, finalmente, como Eugenio Zolli. Entre estos tres nombres transcurrieron 63 años, dos guerras mundiales, persecución y un lento y profundo recorrido hacia la comprensión de una paz que, para él, parecía guardar un judío llamado Jesús que yacía muerto en un crucifijo. Su interés por el cristianismo creció en parte debido a un amigo cristiano, en cuya casa observó por primera vez un crucifijo, donde se preguntó si no sería aquel hombre del que hablaba el profeta Isaías.
Al regresar de un viaje a Tierra Santa y Egipto en 1924, escribió que sentía una “inquietud religiosa interior cada vez más aguda”. Sin embargo, su vida en Italia dio un giro cuando Mussolini proclamó las leyes raciales de 1938, donde Zolli perdió la ciudadanía. Ese mismo año, Zolli asumió el cargo de Gran Rabino de Roma, en un momento que marcaría el punto culminante de su transformación espiritual. En Roma, hacia 1940, Israel Zolli era ya Gran Rabino y rector del seminario rabínico, aunque este último estaba cerrado desde el año anterior.
Era el Día de la Expiación del otoño de 1944 y estaba presidiendo las liturgias religiosas en el templo…"el día estaba acercándose a su fin, y estaba completamente solo en medio de un gran número de personas. Empecé a sentir como si una niebla estuviese insinuándose en medio de mi alma; se hizo más densa…por la tarde se celebraba la última función litúrgica…no sentía ninguna alegría ni dolor, estaba vacío de pensamientos y sensaciones. Mi corazón yacía como muerto en mi pecho. Y rápidamente vi a Jesucristo vestido con un manto blanco…experimenté la mayor de las paces interiores…dentro mi corazón encontró las palabras: estás aquí por última vez. Las tomé en consideración con la mayor serenidad de espíritu y sin ninguna emoción en particular. La contestación de mi corazón fue: así sea, así será, así debe ser”.
Zolli insiste en su obra que, aunque algunos momentos puedan parecer trascendentales, lo fundamental de su conversión fue “el amor de Jesucristo, un amor que derivó de mis meditaciones sobre las Escrituras”. Alfonso de Ratisbona, un conocido banquero judío, también vivió una profunda conversión en Roma que lo llevaría más tarde a hacerse sacerdote. Sin embargo, su transformación fue más espontánea e impulsiva, a diferencia de la de Zolli, que fue el resultado de años de reflexión, maduración y una intensa búsqueda de sentido. Zolli mismo recordaba que, mientras “Ratisbona se convirtió luego de una aparición”, su propio camino fue “una búsqueda guiada por las Escrituras, una reflexión y una profundización propias del empeño de un erudito universitario”. Los escritos de otra hebrea convertida, Edith Stein, quien más tarde pasaría a ser Teresa Benedicta de la Cruz y moriría mártir en Auschwitz, lo influenciarían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario