Decía Josemaría Escrivá que tendría un pobre concepto del matrimonio y del cariño humano quien pensara que, al tropezar con esas dificultades, el amor y el contento se acaban. Precisamente entonces, cuando los sentimientos que animaban a aquellas criaturas revelan su verdadera naturaleza, la donación y la ternura se arraigan y se manifiestan como un afecto auténtico y hondo, más poderoso que la muerte.
Josemaría Escrivá aconsejaba que para que en el matrimonio se conserve la ilusión de los comienzos, la mujer debe tratar de conquistar a su marido cada día; y lo mismo habría que decir al marido con respecto a su mujer. El amor debe ser recuperado en cada nueva jornada, y el amor se gana con sacrificio, con sonrisas y con picardía también. Todo lo que haga imposible esta tarea, es malo, no va.
Al referirse al modo de ser fieles y mantener vivo el amor del matrimonio, siempre insistía de una u otra forma en la misma recomendación: “Evitad la soberbia, que es el mayor enemigo de vuestro trato conyugal”; y, poco después, de manera positiva: “es siempre actual el deber de aparecer amables”. “La autenticidad del amor requiere fidelidad y rectitud en todas las relaciones matrimoniales”.
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