El rey David |
*El rey David es arrastrado por su pasión por Betsabé hasta el punto de enviar a su marido a un puesto de batalla donde perecerá con seguridad. El amor a Betsabé le hace ciego a la bajeza que supone comportarse así. En cierto modo la pasión le hace ver, le abre los ojos para una cualidad valiosa, aquí por ejemplo, la belleza de esa mujer. Una vida desapasionada no es, por tanto, una vida buena. Quien no puede airarse ante una injusticia está falto de algo esencial. La pasión nos manifiesta un valor o desvalor. Pero a la vez nos desfigura las proporciones en que deben ser contemplados. Así, quien actúa por pasión, no actúa movido por los valores, sino por su egoísmo. Se afinca en su perspectiva de las cosas, en vez de ponerse en el lugar de las cosas. Dice así una canción de moda: “¿Puede ser pecado el amor?” Naturalmente que no; el amor que puede descubrirnos el valor de una persona, su belleza, es algo que nos sobreviene. Pero la belleza de Betsabé era conocida también por su marido; y el motivo, por tanto, por el que David debía obtenerla, el motivo por el que fue asesinado Urías, no fue la belleza de Betsabé, sino el hecho de que al rey le pareció que era él quien debía poseerla. Y poseerla era más importante que el que Urías siguiera viviendo. Pero eso no se sigue de ninguna manera de la belleza de Betsabé; y no sirve como disculpa invocar en este caso la pasión, invocar que se ha sido irresponsable en un determinado caso, es decir, ciego para otros datos del asunto. Porque esta ceguera no es legítima. El hombre no es un animal; puede cegarse artificialmente; puede actuar como si no viese. Pero tiene la responsabilidad de su ceguera; también ante los tribunales.
Las esposas de Enrique VIII |
La misma pasión que motiva el crimen por amor, puede motivar también el rápido final del amor. Después de que Enrique VIII diese muerte a su mujer por amor a Ana Bolena, asesinó a esta por amor a otra mujer. La relación entre amor y fidelidad descansa en que lo que, al comienzo, era tan solo una pasión, capta poco a poco lo profundo de la persona y compromete su libertad en lugar de darle alas. La relación pierde el carácter de fortuna casual y los enamorados no están ya abocados a esperar si su amor les abandonará o se reforzará. Saben que esto no ocurrirá porque no lo desean y porque el amor se ha apoderado de su libre querer, o bien porque su libre querer ha captado el amor. La pasión nos pone tan solo en una primera relación con el valor, pero no por eso crea ya la adecuada respuesta a ese valor.
Vivir rectamente significa hacer justicia a la realidad, objetivar nuestros intereses, formarlos mediante el contenido valioso de la realidad. La educación debe hacer al hombre capaz de librarse de la sensación del momento, capaz de hacer lo que quiera. Debe aprender a conducir su vida, más que a dejarse llevar.
*Robert Spaemann
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