“La adicción a los selfies no tiene mucho que ver con el sano amor a sí mismo. No es otra cosa que la marcha en vacío de un yo narcisista que se ha quedado solo. En vista del vacío interior uno trata en vano de producirse a sí mismo. Pero lo único que se reproduce es el vacío. Los selfies son el yo en formas vacías. La adicción a los selfies intensifica la sensación de vacío. Lo que lleva a tal adicción no es el sano amor a sí mismo, sino una autorreferencia narcisista. Los selfies son bellas superficies lisas y satinadas de un yo vaciado y que se siente inseguro. Para escapar del atormentante vacío hoy se echa mano o bien de la cuchilla de afeitar o bien del Smartphone. Los selfies son superficies lisas y satinadas que ocultan por breve tiempo el yo vacío. Pero si se les da la vuelta, uno se topa con reversos recubiertos de heridas y sangrantes”, escribe el filósofo Byung-Chul Han.
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