El filósofo griego Nikos Kazantzakis narra que “cada ser viviente es un taller donde Dios, oculto, modela el barro y lo transforma. He aquí el porqué de que los árboles florezcan y se carguen de frutos, los animales se reproduzcan y de que el mono haya podido superar su destino y mantenerse erguido sobre sus dos patas. Y ahora, por primera vez desde que el mundo existe, ha sido permitido al hombre penetrar en el taller de Dios y trabajar con él. Y cuanto más logra transformar la carne en amor, en valor y en libertad, más se convierte en el Hijo de Dios”.
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